Lusio, en el municipio berciano de Oencia, en León, que ha quedado arrasado por las llamas del incendio que entró en León procedente de Ourense el pasado 16 de agosto. EFE/ Ana F. Barredo

Incendios forestales en el oeste de España: no son “accidentes”, son síntomas

Este verano, el oeste de España arde. Galicia, Castilla y León y Extremadura sufren incendios devastadores que no pueden explicarse solo por el calor o el viento. Como alguien que vive en el mundo rural —en la Sierra de Gredos, en un pueblo con menos de 400 habitantes— no puedo quedarme al margen. No hablamos de abstracciones: vivimos el abandono, la falta de cuidado del territorio, la despoblación.

 

La Red SSPA lo expone con claridad: la despoblación rural no solo es un problema demográfico, sino ambiental, económico y social. El abandono de los montes rurales, la falta de prevención y la ausencia de inversión en población, han convertido el campo en un polvorín. Y cada verano lo comprobamos en cada hectárea calcinada. (sorianoticias.com)

 

Sé bien de qué hablo, porque vivo esto a diario. No es algo que leo en los periódicos: es mi paisaje, mi gente, mi realizar cotidiano. El campo cuidado no solo protege vidas, también es la primera línea frente al fuego y frente a las emergencias, porque los verdaderos guardianes del paisaje son los agricultores y ganaderos. Ellos, con su trabajo diario, no solo mantienen limpios los montes y configuran el paisaje que tanto disfrutamos —y que es clave para el turismo—, sino que además nos proveen de alimentos. Defender al mundo rural es también defender nuestra propia mesa y nuestra seguridad alimentaria ¡de todos!

 

No basta con apagar incendios. Apagar el fuego no es gestionar el territorio, ni prevenir, ni restaurar. Si desde las políticas públicas solo se atiende la extinción, pero no se sostiene el mundo rural vivo, los incendios seguirán siendo un ciclo devastador.

 

Por eso creo en un enfoque distinto. Uno que:

  • Revitalice los pueblos con servicios, viviendas, infraestructuras y empleo rural.
  • Implique a la comunidad local como parte activa en el cuidado del territorio.
  • Incentive la gestión forestal preventiva: pastoreo, limpieza del monte, aprovechamiento sostenible.
  • Fortalezca una comunicación rural positiva y generativa, no solo un relato de tragedia.

Esto no es una fantasía: hay proyectos reales que están demostrando que el turismo rural, la innovación social y el arraigo pueden ser parte de la solución.

 

Porque del abandono brotan incendios. Y del pueblo vivo brota la vida.

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